el síndrome de la araña

Dos arañas inquietas se mueven a un lado y otro desde sus telas, que son largas, flácidas (como para ser flexible, confeccionadas por un ingeniero) y una sola gran tela, un loft de seda.
una de ellas está envolviendo con dos de sus patas traseras algo del tamaño de una cabeza de alfiler, hace un ovillo en una tarea denodada y paciente. la otra cabrilea con dos de sus patas delanteras extendidas cuan largas son, amenazante ante algo que no noto, un fantasma, araña neurótica. son arañas de esas bien finitas, arañas de agua que les dicen; porque pueden caminar sobre superficies líquidas (caminar de verdad, no como la ciencia ficción bíblica). la vida de esas arañas se irá en eso, confeccionar telas, moiras enredadas. con surte y vientito a favor alguna de las arañas será arrancada de su tela por una ráfaga y volará hasta aterrizar sobre la incauta cara de una atormentada víctima humana que va a comprensiblemente entrar en pánico añadiendo un ejemplo más a aquello de que no hay modo heterosexual de reaccionar al vuelo de una araña. o de una cucaracha. hay una canción de papa roach que me gusta, entre ángeles e insectos se nos diluye la vida, preocupados banalmente por llegar a fin de mes y con el síndrome de la araña, que vive toda su vida tejiendo una tela tras otra, pero nunca va a tener una perspectiva que le permita apreciar su belleza geométrica del mismo modo que nosotros casi sin darnos cuenta la vemos.

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